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Zaragozana Y Ricardo Caballer - Concurso Exhibición Villaviciosa de Odón 2012

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El pasado sábado 15 de Septiembre, por la noche Villaviciosa de Odón fue punto de mira de pirotécnicos, aficionados, y de un numerosísimo público cuyo objetivo era disfrutar de unos buenos fuegos. El programa era inmejorable: una exhibición-concurso a cargo de las pirotecnias RICASA y  Zaragozana.

La pólvora de Villaviciosa de Odón


La noche era despejada, corría una ligera brisa, y hay que añadir que el ambiente de las fiestas era estupendo (la gente haciendo cola para comprar churros, la feria de atracciones, música, etc.) Con lo que aproximadamente a las 23:30 todo el “cotarro” de gente se comenzó a desplazar hacia el borde del pueblo a zonas ajardinadas. Desde estas se divisaba al otro lado del valle el terreno sobre el cual estaban montados ambos castillos. El lugar es técnicamente perfecto para ver fuegos artificiales, tiene una distancia alejada, y la visión de todo el frente de fuego (que por otro lado es enorme, casi tan grande como se quiera) es completa y sin obstáculo alguno.

 

Espectacular Ricasa en el dibujo de fachadas


Así, tras los truenos de aviso de rigor, RICASA comenzó el que iba a ser un espectáculo perfectamente estructurado, al más puro estilo “ricardista”: Fachadas con las alturas (tres y cuatro) perfectamente definidas. En la parte de altura más baja (la ocupada por los efectos de los monotiros y las candelas) geometrías exactas que parecían trazadas con regla y compás. Y quizás uno de los aspectos que denotan mayor sensibilidad estética: La estructura del disparo, en “movimientos” o secciones (por decirlo en términos musicales) que estaba perfectamente ordenada, confiriendo al disparo unidad de principio a fin. Me explico: Los fuegos comenzaron con un conjunto de pasadas digitales rematadas con grandes calibres, a modo de obertura. Es lo ideal para un comienzo, por que en estas pasadas se tantea el espacio aéreo y sin ocuparlo todo se da una idea de la magnitud de los fuegos venideros. Este primer “movimiento”  (o mejor dicho conjunto) Ricasa lo cerró con una pequeña apoteosis o prefinal, de manera que sin lugar a dudas el inicio había concluido.

Fue entonces cuando verdaderamente comenzó la empresa a dibujar su fantasía, a explayarse con su particular forma de quemar la pólvora, haciendo gala del clasicismo más rabiosamente geométrico, estructurando casi en todo momento las secciones con diferentes alturas. Cada conjunto estaba definido con total claridad y tras su inicio se intensificaba con una segunda parte con mayor número de alturas, y se remataba arriba con un arrebato del cual se apreciaba su caída y apagado (siendo además el material todo de excelente calidad) El ritmo de fuego era ciertamente intenso, y se fueron combinando secciones de más intensidad (como el intermitente, el Kamuro) con otras de menos potencia sonora y mayor impacto visual (como los relámpagos, las ruedas de doble subida etc.) Así y habiendo acabado la parte de las secciones con la imponente fachada de Kamuro, utilizó una preciosa realización digital coronada con farolillos y luego una sección de piezas italianas y japonesas de lujo para comenzar los densísimos prefinales.

Estos comenaron ya de primeras llenando todo el espacio aéreo, a lo que hay que añadir que el efecto de las silbadoras era continuo. Conviene decir en este punto que un marco como el de Villaviciosa acompaña sobremanera a este tipo de composiciones tan llenas de efectos, por que el fuego se puede abrir con total libertad, y así apreciarse con claridad el efecto casi dibujado sobre el fondo negro. Y Efectivamente la intensidad fue creciendo hasta convertirse irremediablemente en un gran friso de truenos de aviso (disparados desde 9 puntos) al que como rúbrica se le añadió otro de serpentinas por debajo, y finalmente se cerró arriba con un golpe de truenos. Todo sin fisuras y sin silencios, como un continuo que concluye sin más en el punto máximo, en el punto álgido. Así acabó el excelente castillo de Ricasa.

 

Zaragozana y su increíble material


El segundo disparo de la noche no pudo ser más distinto del primero, y no por ello inferior en ningún sentido. Así como del primero llamaba la antención la ocupación del espacio aéreo y el ritmo de fuego, Pirotecnia Zaragozana creó composiciones de gran originalidad, sobrias, dinámicas y con un material de calidad espectacular, en el cual pudimos ver efectos verdaderamente  inusuales: crosetes de lentejuela, zumbadoras y silbadoras rojas, lentejuela roja, y una gama de colores intensísimos que casi deslumbraban por su potencia. Llamaba sobre todo la atención el color rojo, que aparte de su belleza, teñía el entorno por su fuerza, creando una sensación mágica, y también fueron destacables los intermitentes, en verde y rosa, cuya caída se prolongaba manchando el cielo de luz.

El castillo empezó con descargas de trueno, primero con unas pocas piezas, para después ir aumentando el número, engrosando el ruido, hasta finalizar  añadiendo un arrebato de color y unas japonesas rojas de extraordinaria calidad (las ramas del kamuro colgaban durante mucho tiempo, llamaba la atención) Posteriormente comenzó de manera tranquila una descarga de silbadoras y relámpagos a dos puntos que poco a poco fue aumentado a tres. No se trataba, como en el castillo anterior, de crear sensación de intensidad en todo momento, con un fuerte guión, sino de ir conduciendo al espectador poco a poco, de menos a más a lo largo de los fuegos, enseñándole con claridad la belleza de los efectos y su poética. Se trataba de un castillo más “preciosista”, que iba ganando intensidad a medida que avanzaba.

De esta manera pudimos disfrutar de maravillosos conjuntos: uno multicolor (más hacia el principio, para evitar el que el humo pudiese estorbar) en cuyo arrebato se mostró el arcoíris completo, una creación en arco de peonías rojas con tronco blanco que a medida que avanzaba se le sumaron más colores, magnolias y fugaces, estilizadas farfallas, medias peonías azules con perla blanca y estrellas rojas por el otro lado, etc… Iba discurriendo el fuego e íbamos metiéndonos en el guión. Llegaron entonces los grandes momentos del disparo: Creaciones bellísimas y llenas de lirismo, de sauces, intermitentes (con un pie digital en movimiento) y el kamuro con punta azul, que parecía que se quedaba en el aire flotando. Fueron composiciones largas, que avanzaban sin aspavientos, y que iban transformándose. El intermitente comenzó en color verde, dibujando un aro por debajo con pequeñas descargas, y punteando la parte superior con piezas de mayor calibre. Posteriormente cambió a color rosa aumentando la intensidad (todo tipo; de fuego, de luz, de ruido) y concluyó otra vez con una majestuosa fachada potente y luminosa.

Terminado el kamuro también con un gran arrebato, comenzaron los prefinales de menor a mayor, volviéndose a mostrar la impresionante gama de colores. Estos comenzaron sin ocupar todo el espacio aéreo, para a medida que avanzaban ir ganando espacio hasta llegar al máximo en el arrebato final. Y fue ese el momento en el que el bombardeo de trueno arrancó, con la caída de los efectos anteriores aun encendidos para crecer desde el centro hasta los extremos y concluir en su apogeo. Pero Zaragozana tenía preparada una sorpresa: Hizo coincidir el último tronar con un golpe de perla blanca por arriba y un espigado blanco por debajo. Fue el punto final ideal a un castillo lleno de sorpresas. Así se cerró el telón de lo que fue una estupenda velada pírica, no con trueno, sino con la perla blanca cayendo en silencio… hasta que el año que viene los truenos de aviso vuelvan a sonar.

Nota de Prensa del ganador del Concurso-Exhibición

Agradecimientos:

Pirotecnia Zaragozana

Pirotecnia Ricardo Caballer

A continuación videos del concurso y galería fotográfica de ambos disparos. (sentimos que la calidad del video no sea muy buena)





 

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